Te escribo porque hoy, atravesando días/recuerdos/lugares/lenguas, hoy he descubierto que escribir es la única forma de volver a creer. Te escribo porque quiero creer, porque hay algo dentro de mí que se disocia y se entrelaza y vuela cada vez que te nombro. Te escribo porque el frío, porque el silencio, porque la autopista son nuestros efímeros paraísos artificiales.  
Te escribo para aproximarme a la inocencia, a esa extraña suerte de ceguera que un día tuve y quizás nunca más vuelva a tener. Porque no sé no buscarte, no sé no encontrarte en un futuro impostado. Por ello tengo heridas, por ello tiemblo, por ello me asusta el paso del tiempo y la atmósfera de rutina que nos prende.







Este es el motivo por el que te escribo
un solo poema que se continúa:

Este es, este es, este es
querida, mírame: 

estoy librándonos de la masacre.
Se renuncia al habla. Se renuncia casi al aire. Pero hace frio. Hay una playa. Se palpita como las olas.Porque no bastaria con eso?. Porque....Una madre dice la madre...nunca deja de amar a su hijo...lo que pasa...es que uno como hijo creece y poco a poco...asi de golpe ...se da cuenta de que uno es el que que poco a poco deja de amar a la madre. Uno busca. Yo busco como estela de aire en unos pulmones un poco de aire que quiera vivir. Yo?...yo sigo la inercia...de ...casas desconocidas...de muertes ..de vidas....no digo de olores....y...de bytes...

Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiro como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo.....Y le dio pena que en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento mas hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte). Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero que valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.
(...)
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada. Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
(...)
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes. 
"
NO ME OCUPA

No me quita el sueño si virgen hasta el matrimonio, jamás tocada, reina del poliamor, todas en una. Si cabalga unicornios, espera príncipes, devora princesas o está a dieta. Si nació con pene, sin él, o compró uno con velocidades en la sex shop de confianza.

No me indigna que se desconozca en orificios, o se defina en terminaciones nerviosas; que le guste clitorial, vaginal, ambos; que no llegue porque el tantra y el orgasmo cósmico, porque el placer permanente, porque mucha mente y dogma.

No me ofende si parió a los cuarenta porque la maternidad, a los veinte por desconocerla, nunca. Si trajo al mundo lo que Dios dispuso o abortó sin causal, por gusto, porque dueña de su cuerpo.

No me afecta si da teta durante años, porque la salud, porque la liga de la lactancia; si ensarta fórmula al mes, al día siguiente, porque las chichis caídas, la chamba y la política lesa, inexistente. Si trabaja o se queda en casa. Si house schooling, generación Waldorf o ‘dios te salve maría’ en la guardería.

No me incomoda si brasileño, rebaje lateral o selva tropical, si trenzas en las axilas o rapado clínico. Si sonrisa bótox, implantes 38D, arrugas a mucha honra, celulitis digna.

No me aflige si zapato de tacón, de piso porque la espalda, la revolución femenina… o porque así le gusta nomás. Si las prefiere cortas, largas, ceñidas, aguadas o mejor bluyines, o mejor burkinis.

No me limita si tiene pasado, si viaja sin él. Si la luz, la sombra, la escala de grises. Si feminista de derecha, de izquierda, de extrema frontal, gancho al hígado.

Qué soy, qué sea, qué seamos: no me inquieta.
No me tortura, ni me estorba;
no me confunde, no me reduce;
no me coarta, ni me obsesiona.
No me ocupa, no vivo en su carne, no siento en su sexo.

*

Eglé Flores (México, 1983)
Reside en Santiago de Chile
http://emmagunst.blogspot.com.ar/2016/09/egle-flores-no-me-ocupa.html
Collage de Eugenia Loli
CONVERSACIÓN CON UNA PIEDRA

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.

—Vete —dice la piedra—.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.

—Soy de piedra —dice la piedra—.
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.

—Salas enormes y vacías —dice la piedra—.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme, pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.

—No entrarás —dice la piedra—.
Te falta sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para estar entre tus paredes.

—Si no crees en mis palabras —dice la piedra—,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo,
o la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.

Llamo a la puerta de una piedra.
—Soy yo, déjame entrar.

—No tengo puerta —dice la piedra.t
Comenzamos a hablar, no quiero sonar sin ritmo y ya no se a quien citar para no parecer aburrido, es un temblor eterno el que invade la lengua y las manos, esta tarde conversamos con gestos. Te aseguro la próxima vez será distinto, te aseguro conversaremos infinito. Es un placer acercarme a ti con liviandad y no esperar mas que el recíproco cariño, es la verdad.
Hoy,
una parte de mi.
Ha muerto.
y no puedo.
llorar.
porque olvide.
todos los sinónimos.
de la palabra tristeza.
Ahora todo lo que puedo hacer sin ti.
es reemplazarte
.